viernes, 3 de agosto de 2007

*BlooR*

Read my mind. Unveil my thoughts. Discover the sorrow growing beneath and so will you realize how much I do love you. Swim across my grief as dark as twilight, as deep as deepness can go. Shudder with each of my in-breaths, twinkle with every calculum brought to a result. Borrow the night's starry robe and bring it over so you come across my path unnoticed for my sanity can't bear no more deceivment. Swiftly blow my skin away from you, away from your warmth. Clearly twitch as my heartbeats come clean telling you what was foretold once upon in my lifetime. Wear a smile everyday and remember mine, faded and blurred, misty and hidden for I can't smile anymore. Not since you left this juicy scratch across my forehead just to prove me, just to remind me every moment that I belong to you.

*SuRrOuNdiNg KeYs*

Durante el espacio de una simple lágrima se alarga la vida de un simple hombre. Una simple lágrima que canta mientras recorre su rostro y que grita en su descenso por su pecho desnudo. Se retuerce sobre la toalla anudada en su cintura y mientras muere, entona un himno de redención inuscitada que nos remite a nuestro hombre. Su nombre es Sombra, con 21 años de edad y con apariencia de 18, lo cual era aun más acentuado por su peculiar estilo al vestir. Jeans desgastados y una camiseta o sudadera ostentando una marca en voga o un logotipo conocido, tennis sucios y a veces incluso audífonos saliendo de su bolsillo trasero. Sus ojos reflejaban el deseo y la insensatez de la puerilidad y el brillo y sosiego de la madurez en un laberinto turquesa que desciende en espiral hasta el enigma obscuro de sus pensamientos. Sus labios rosados, ligeramente pálidos, de textura suave y voluminosa, realmente incitantes y perturbadores solían torcerse en una mueca de jovialidad burlona y de naturaleza infantil, pidiendo a gritos ser despertados a la existencia del amor y la pasión. Sus manos delgadas y larguiruchas nos remontan a los prodigios del David, sencillo y armonioso; ebúrneo y desquiciantemente apacible, ininmutable, ligero como las olas y pesado como la arena. Marginadas de la humanidad por su inigualable perfección y su estética particular; rayadas y aisladas del contacto, se mantenían precisas y detalladas sobre la flauta que sonaba con alevosía en una melodía trepidante y vertiginosa que corta el silencio de la soledad en la que se refugia con tanto esfuerzo. Sus uñas tersas y cuadradas como su quijada, siempre serias y firmes como el staccato en su canción, sin ningún cuidado especial, sin ningún factor externo que las alterara, brillantes como la luna misma y como el palo de rosa que, en carne viva, resplandece como la sangre en la nieve. Su voz agridulce y penetrante, filosa como los stilettos que dibuja con desmesurada obsesión, cantando un arrullo de cortante nitidez, con un dejo de agonía y virilidad forzada. Una ópera en realia cubista, con altibajos resonantes y con anacruzas infalibles.Un sentimiento asfixiante le ofusca la mirada y la rasga, haciéndola trizas, le quiebra el susurro, derrite sus cejas. La esperanza le deja pordiosero y distante de mis brazos, llenos de apoyo y soporte. En busca de la vida el niño se pierde, entre sus pasos, entre sus huellas incrustadas en el compás del minuet de sus palabras ahora acerbas como la desolación por la que anda. El niño se cae en los abismos de la madurez forzada por el apremiante pasar del tiempo ingrato y despechado por las hojas destiladas del tronco de su sabiduría eterna que recorre con aires de superioridad su cuerpo imperfecto y ya distorsionado por la ráfaga de imágenes subsecuentes que lo persiguen y corrompen. Royendo su alma, entregando su cuerpo a los feligreses hambrientos de él, acarreándolo por las arenas de la desesperación, el viento lo suelta, liberándolo de sus responsabilidades microcósmicas y llenándolo de vacío y de posibilidades incomprensibles para su inescrutable mente, laberínticas para un sagaz observador de vidas ajenas, improbables para sus dedos. Inquisidor al pensar en mis manos sobre su cuerpo vibrante y trémulo, al pensar en lo que fue sin ser y en lo que es sin haber sido nunca lo que se puede esperar de una inesperada relación destinada a la condena del universo heterogéneo y desigual, al desagrado de las culturas arcanas del orbe. Mi nunca bien ponderado amante, el único cadete instruido para disparar entre tejidos, en línea recta a través de mis hilos, directo a mi corazón. Enviado desde el desierto, montando un ave del paraíso el paraíso me diste en los labios, suave y ligero, lúgubre por sus efectos que me hacen girar al son de tus pasos que enmarcan la perfección de la noche.