lunes, 10 de septiembre de 2007

*ReMemBeR Me*

I really can't remember those nights with you. Maybe I don't want to remember that slippery period of my life. It may just be -remotely- that I never lived those nights at your side. I can't remember those eyes of yours, embedded with danger and peacefullness, crafted out of mere reflections of the sun in others' eyes. Maybe I don't want to remember your rather vaporeous touch over my skin, your lips, trembling and dingy, over my body. It may just be justice for justice itself, just for the sake of it. I can't, I don't want to recall that peculiar sound escaping from your throath right after we left each other back for keeps. Maybe I just don't want to run across you on my way home. Maybe I do not want to see you ever again. It may be the beckoning silence who calls. It might be an unexpected pedestrian walking across the bridges built over your twilight lit eyebrows. Possibly it is just the littleness of my heart, the empty beats it expells. Lopsidedly I stand within the sight of your bespectacled lightning, within the reach of your furious grasp and the fiery gasps.Do remember my silky smiles, encouraging you to do what you would never do, remember my glossy eyelids batting unwillingly when they came one-on-one with yours. Do leave, leave me alone now you've got what you wanted -whatever it was- and let me go. Go where? Just go. Go with the wailing waves stirring the silinces of my guided selfishness, but make me not come back to where you inhabit, for therein lies my doomness, my endlessness.


I just can't remember you now. I just remember how great you looked without your shirt. I just can't think of you any higher than of a toy. A rather gloomy, gleaming, glassy fragile toyed figurine.

*oJoS cErRaDoS*

Recorre el camposanto esquivando las tumbas,bordeando las raíces, rematando cada paso con un jadeo. Recorre todo el camino hasta ese antiguo y perenne mausoleo en el que ahora yace impasible el cuerpo. Recorre con la mirada esa obscuridad ajena, absorbente y revoltosa que te pierde entre sus faldas y suspira hieles en tu boca. Recorre el camino de la piel reseca por los años, siéntela en tu nariz, indaga tu destino. Recorre el cuerpo inherte e inherente de la vida que corre a su al rededor, en los gusanos, en la maleza que crece con la medianoche. Recorre a la luz de una débil vela el incierto rumbo de tus ancestros y por primera vez, por ultima vez, sorbo a sorbo recoje sus almas, tócalas y guarda sus rezos noctámbulos entre tus dedos para la luz que te espera a la salida. Recorre el tenue crujir de la madera pútrida bajo tu peso. Peso? Recorre ese sentimiento hasta su raíz y su regreso.Sigue los pasos hasta la cordillera de veladoras que desprenden lenguas coloridas y que danzan a tu alrededor, acosándote, acorralándote. Empieza la búsqueda de las respuestas a tus preguntas no expresadas, y por ti mismo observa que no eran preguntas y que no hay respuestas. Escoje tus medidos movimientos con precaución, pues serán tus cómplices o tus traidores acompañantes. Busca entre los tejidos rúnicos alguna pista. Algún indicio entre las hojas desleídas en los ojos de aquel cuerpo conocido y distante que reposa frío ante ti. Busca en esas hojas, en esos ojos. Esos ojos. Tus ojos. Tus mismas cejas, tu nariz, los labios gemelos. Ese rostro, tu rostro, cristalizado en la oscuridad de tu ultimo recinto, acompañándote en la inmensidad de tu muerte.

*BaiLaNdO*

Bailando escapamos de la celeridad de la noche, de la frivolidad de los invitados y de la soledad de las copas. Bailando logramos ese paso que nos llevo al futuro, al futuro de un joven hechicero y un gallardo campesino. Bailando hoy busco el error entre las silabas de los arcanos conjuros que me llevo al amor en un palacio. Bailando te preguntas en donde esta tu campo ahora y lo buscas desde la ventana.Bailando entre nuestros cuerpos, los espíritus convergen en una sola voz frenética que nos advierte y nos lanza acusaciones improbables. Bailando con ese torpe movimiento del campo, consigo hacerte dar una voltereta imposible bajo mis brazos. Bailando nos ocultamos y pasamos entre la gente como cualquier otra pareja, como dos simples personas que bailan al rededor. Bailando ese baile que te enseñan las ovejas, me conquistas mejor que el mejor de los filtros, mejor que el vino, mejor que nada, que todo. Bailando, tus ojos recorren una nueva estancia a la que llegamos, como buscando algún leve observador que pudiera ver o interrumpir. Bailando una suave melodía, tus dedos delinean el contorno de mi boca y mientras la melodía toma velocidad, tus dedos dejan de serlo y dan paso a los labios de legumbre. Bailando, esas tus manos recias e impetuosas pasan a mi cuerpo, abandonan tus sentidos y la memoria de esa preocupación de estar siendo observados se pierde y viene la adrenalina del peligro ocular. Bailando los candelabros pesados e indiscretos susurran nuestras acciones y acompañan con tintineos el movimiento con el que tus manos áridas arrojaron los despojos de tu joven petimetre y sacaron a la luz al inquieto salvaje encarcelado. Bailando, tus uñas monoliticas crean zurcos y cenizas en mi espalda descubierta y tus dientes abren los abismos perdidos en mi garganta, las grutas infranqueables en mi cuello.

viernes, 3 de agosto de 2007

*BlooR*

Read my mind. Unveil my thoughts. Discover the sorrow growing beneath and so will you realize how much I do love you. Swim across my grief as dark as twilight, as deep as deepness can go. Shudder with each of my in-breaths, twinkle with every calculum brought to a result. Borrow the night's starry robe and bring it over so you come across my path unnoticed for my sanity can't bear no more deceivment. Swiftly blow my skin away from you, away from your warmth. Clearly twitch as my heartbeats come clean telling you what was foretold once upon in my lifetime. Wear a smile everyday and remember mine, faded and blurred, misty and hidden for I can't smile anymore. Not since you left this juicy scratch across my forehead just to prove me, just to remind me every moment that I belong to you.

*SuRrOuNdiNg KeYs*

Durante el espacio de una simple lágrima se alarga la vida de un simple hombre. Una simple lágrima que canta mientras recorre su rostro y que grita en su descenso por su pecho desnudo. Se retuerce sobre la toalla anudada en su cintura y mientras muere, entona un himno de redención inuscitada que nos remite a nuestro hombre. Su nombre es Sombra, con 21 años de edad y con apariencia de 18, lo cual era aun más acentuado por su peculiar estilo al vestir. Jeans desgastados y una camiseta o sudadera ostentando una marca en voga o un logotipo conocido, tennis sucios y a veces incluso audífonos saliendo de su bolsillo trasero. Sus ojos reflejaban el deseo y la insensatez de la puerilidad y el brillo y sosiego de la madurez en un laberinto turquesa que desciende en espiral hasta el enigma obscuro de sus pensamientos. Sus labios rosados, ligeramente pálidos, de textura suave y voluminosa, realmente incitantes y perturbadores solían torcerse en una mueca de jovialidad burlona y de naturaleza infantil, pidiendo a gritos ser despertados a la existencia del amor y la pasión. Sus manos delgadas y larguiruchas nos remontan a los prodigios del David, sencillo y armonioso; ebúrneo y desquiciantemente apacible, ininmutable, ligero como las olas y pesado como la arena. Marginadas de la humanidad por su inigualable perfección y su estética particular; rayadas y aisladas del contacto, se mantenían precisas y detalladas sobre la flauta que sonaba con alevosía en una melodía trepidante y vertiginosa que corta el silencio de la soledad en la que se refugia con tanto esfuerzo. Sus uñas tersas y cuadradas como su quijada, siempre serias y firmes como el staccato en su canción, sin ningún cuidado especial, sin ningún factor externo que las alterara, brillantes como la luna misma y como el palo de rosa que, en carne viva, resplandece como la sangre en la nieve. Su voz agridulce y penetrante, filosa como los stilettos que dibuja con desmesurada obsesión, cantando un arrullo de cortante nitidez, con un dejo de agonía y virilidad forzada. Una ópera en realia cubista, con altibajos resonantes y con anacruzas infalibles.Un sentimiento asfixiante le ofusca la mirada y la rasga, haciéndola trizas, le quiebra el susurro, derrite sus cejas. La esperanza le deja pordiosero y distante de mis brazos, llenos de apoyo y soporte. En busca de la vida el niño se pierde, entre sus pasos, entre sus huellas incrustadas en el compás del minuet de sus palabras ahora acerbas como la desolación por la que anda. El niño se cae en los abismos de la madurez forzada por el apremiante pasar del tiempo ingrato y despechado por las hojas destiladas del tronco de su sabiduría eterna que recorre con aires de superioridad su cuerpo imperfecto y ya distorsionado por la ráfaga de imágenes subsecuentes que lo persiguen y corrompen. Royendo su alma, entregando su cuerpo a los feligreses hambrientos de él, acarreándolo por las arenas de la desesperación, el viento lo suelta, liberándolo de sus responsabilidades microcósmicas y llenándolo de vacío y de posibilidades incomprensibles para su inescrutable mente, laberínticas para un sagaz observador de vidas ajenas, improbables para sus dedos. Inquisidor al pensar en mis manos sobre su cuerpo vibrante y trémulo, al pensar en lo que fue sin ser y en lo que es sin haber sido nunca lo que se puede esperar de una inesperada relación destinada a la condena del universo heterogéneo y desigual, al desagrado de las culturas arcanas del orbe. Mi nunca bien ponderado amante, el único cadete instruido para disparar entre tejidos, en línea recta a través de mis hilos, directo a mi corazón. Enviado desde el desierto, montando un ave del paraíso el paraíso me diste en los labios, suave y ligero, lúgubre por sus efectos que me hacen girar al son de tus pasos que enmarcan la perfección de la noche.

lunes, 30 de julio de 2007

*sToRy oF a LiFe aMoNg dRopS*

A single water-drop, rolling down his naked torso, quick, sudden, unexpected. Absorbed by his towell wrapped loosely around his low-waist in a never ending wail of hope. A second drop, faint, chanting all along its sinful way, coming charmingly to an end in an irreverent cough full of greed. The third one, careful, aware of its fate, attempted to change its destination by means of an exaggerated deviation, coming to a halt in the trail of fine and golden hair under his belly button. Surprised, it tried to run away, to disentangle itsel out of that soft and silky maze, to save itself. As the towell falls to his feet, it, the third one, realizes that it could have a clear road downwards and got some speed. It just got tighter as it kept going down. Dramatically turning away from the furry trail, avoided the worst part of it and landed gracefully over the upper part of his right thigh. Strolling now swiftly on this smooth and rosy way, feeling free and unworried, let itself go. And there it goes down his knobly knee, down his ankles and finally down to his foot, from where it jumped to the floor, extingushing immediately because of the carpet. Coming from his leaking head, a fourth, rater absent-minded drop, splattered on his neck, automatically recovering from its fall. Still confused, it zig-zagged down his hard chest, stopping quite half-heartedly at his sticking out nipple. Unbreakable, the fourth, rounded it gazing into endlessness, caring only about something that seemed to be pretty amusing but was nowhere to be seen. Continued still not paying attention to the soft tanned skin below it and started bumping during its way down his perfectly framed abs. Only then it seemed to be concious of its own movement and let a sigh slip, losing itself into his belly button, where it layed captive till it dried. He ran a hand through his golden hair and set free a hundred droplets who flew their way to the floor trying to stick themselves to his body and some others just wheezing, giggling and goggling all over the place. Down his back, another drop glided merrily, sneegering and gasping with every turn it made, leaving a glowing path where it passed and pressing as hard as it could to prevent itself from falling off as it got to his butt. He felt a tingle right there and threw it as he scratched the spot with his shiny nails. The thrown drop glared at him as it fell and it shouted a pleading sentence hidden with a wee of feeble violence. Finally, screaming itself out, the drop held a warning for its fellow water pearls. Silence and emptyness filled his smooth body. He left himself fall, causing a few more drops to twitch fighting against the swallowing carpet and finally fainting. Disregarding the warning, a brand new drop, a stronger one, summoned with a burning-red voice all of the others to take over this body. In no time, it was followed by a growing number of fat, red droplets coming from his nose. Started lining a bit down his handsome, spiky chin, forming a little but quite capable stain from where, one after the other, the drops jumped to the carpet and miraculously survived, creating a dark pool and singing a triumphant anthem. More and more drops joined them, leaving behind a maroon shadow. Raging and burning to escape, unstoppable, thet kept scurrying down his bruising jaw. The remaining drops clinging from his hair at his temple height felt his skin losing warmth, growing cooler and icy. From the depths of one of his closed eyelids, a single tear drop found its way out and rolled down his cheek, landing neatly over the growing red pool, where it finally stopped, sustained during its final moments by the ones resting there, gave a piercing, blood-freezing shout and died perfectly timed with the body from where it had came from.

lunes, 2 de julio de 2007

TiTaNeS y aLfEñiQuEs

Aquella tarde mis botas resonaron por esa pequeña calle. Te vi, tan inocentemente acurrucado, rodeado por una delgada manta con estampado escocés pero tan sucia que costaba distinguirlo. En los inviernos como este, tan fríos y llenos de incesantes vientos y heladas, la gente como tú suele adoptar este tipo de posturas. Son como estatuillas, pequeñas y vulnerables, algunas solitarias en un callejón vacío y alejado como este;. Otras, en conjunto, alineados uno junto al otro y rodeados de basureros incendiados para captar su calor leve y difuso. Mis ojos te encontraron ahí, solitario y sucio, casi como una postal urbana en blanco y negro.
Mis suelas pesadas hacían eco en las paredes de ladrillo desnudo y lograron hacerse escuchar por tus oídos desmayados. Te sacudiste un poco y levantaste gradualmente la mirada, casi al mismo ritmo con el que mis pasos se acercaban a ti. Tus ojos de traficante, inyectados en sangre, se clavaron en mi cuerpo. Entraron poderosos y astutos, desgarrándose en su trayecto por mis tejidos filosos y salieron como lo que realmente son: los ojos de un simple mercader asesino y vicioso, prófugo de la suerte misma. Los ojos de un pirata abandonado por su barco, abandonado al viento y acogido por el ocio. Un viejo lobo que camina por la ciudad, envenenando y cazando, induciendo a incontables.
Te levantaste con dificultad e hiciste un movimiento como para caminar hacia mí, pero yo estaba justo a un paso de tí antes de que pudieras concluirlo. Tan cerca, que la más mínima ondulación de mi abrigo te hubiera rozado. A esta distancia, pude observar la plaga de pequeñas gotas de sudor que invadía tu frente sucia y oscura.
Y entonces lo sentiste. Un leve y persistente cosquilleo en la parte más baja de tu pierna, justo donde acababa tu gruesa y ennegrecida calceta. Me alejé lo suficiente como para poder movernos con relativa libertad, al menos para movernos sin tocarnos. Te agachaste a rascarte mas no sentiste nada ahí, nada que hubiera podido causar la sensación. Tu cerebro captó mi segundo truco. El cosquilleo resurgió, ahora en tu mano derecha. Con la otra mano te tocaste el punto donde se producía la extraña sensación y tampoco esta vez sentiste algo que la pudiera haberla causado. Pero tus ojos lo vieron. Una negra y gorda araña con rombos escarlata en la espalda caminaba sobre tu mano. En cuanto la viste y fijaste en ella tu vista, apuró el paso y se dirigió con impresionante rapidez hacia la manga de tu chamarra acolchada. Te estremeciste. Tus ojos villanos se expandieron por el terror.
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Oíste la voz, mas no hubo labios que se movieran para dejarla salir. Mi pequeño acto terminó, logré lo que quería y en un segundo dejaste de ver y sentir al animal en tu cuerpo. Lentamente, como temeroso, el color regresó a tu rostro blanco oscurecido por la suciedad. Tus salientes pómulos brillaban por el sudor y tus parpados se entrecerraron en un gesto amenazador alrededor de esos globos adornados por finas líneas rojas en los bordes que me veian con violencia. Esos ojos intentaron despedir una advertencia tan débil y humana que me llegó a causar gracia. Me debatí por no soltar una risita burlona y seca, tan solo para hacerte saber lo pequeño que eras,
-¿Qué quieres aquí?
Tus ojos estudiaron y recorrieron mi abrigo que me abrazaba la cintura con sutileza y elegancia, dejando tan solo mis botas fuera de su abrazo ondulante. Ni voz golpeó tus oídos, pero mis labios nunca se movieron.
<<¿Te gusta?>>
Abriste y cerraste la boca repetidas veces, como haciendo un gran esfuerzo para repetirme la pregunta y cuando lo lograste, tu volumen flaqueó y tu voz se aflautó dramáticamente al final, mientras un débil suspiro excava de tus labios finos y rosados, aunque pálidos por el frió y e miedo, rodeados de una fina barba sin cuidar que prometía atacar a la piel que se le acercara lo suficiente.
<>
Las palabras, mis palabras resonaron en tu cabeza y tu cuerpo tembló un poco, recorrido por un escalofrió veloz y lacerante. Intente acercarme un poco más. ¿Hace cuánto no eres capaz de mantenerte sobrio por más de dos horas? Ya no solo tu cabeza, sino todo tu cuerpo transpiraba el terror que te inspiraba mi simple presencia cercana. Me aproximé un poco más y dejé que mis labios esbozaran una pequeña sonrisa que al instante provocó una mancha de humedad expansiva en la entrepierna de tu pantalón raído y ya bastante sucio.
<<¿Miedo?>>
Si, conozco muy bien esa sensación tan básica para los mortales tras siglos de provocarla. Tus dedos, aun más sucios que el resto de tu cuerpo, se movieron nerviosamente y diste un paso atrás. Me fijé en tu rostro. Incluso ahora, desencajado por el pánico, era muy bello. Observé tus facciones duras y sólidas, tu boca perfectamente formada, tu pequeña e incluso delicada nariz colorada en la punta, la salvaje barba, las cejas dibujadas exquisitamente, la barbilla partida, y los ojos. Unos ojos verdes, penetrantes y reflexivos, ahora llenos de vasos reventados y algo desenfocados. Unos ojos tan atemporales ante los que, de haber estado en buen estado, habría sucumbido.
Observé también tu cuerpo. Grácil y terso bajo las capas de ropa abultada, moldeado y estético. Tu cintura estrecha y tu espalda suficiente para albergarme en un abrazo sin final. Por simple instinto alargué mis brazos hacia ti y te acerqué venciendo tu resistencia con relativa facilidad.
Sin mucho esfuerzo, sujetándote por la cintura, te levanté apenas unos centímetros del suelo y tus pies intentaron patearme, pero tu puntería estaba tan dañada como tus sentidos. Descansé una mano en tu cuello y la sentiste recorrer la piel que cubre tu tráquea. Sentiste mis ojos entre los tuyos, los viste, buscaste con desesperación, te aferraste a ellos y no encontraste lo que buscabas. No, ahí no había misericordia.
Te observé una vez más. Un titán sosteniendo a un apolínio alfeñique, enamorándose de él y desatando una necesidad. Aproximé mis labios a tu cuello palpitante y cálido a pesar del gélido clima, y ahí se recostaron mis caninos. La vida se te escapaba por mi boca en un frenesí de diáfanos gemidos escapando por tus labios cada vez más blancos y de torpes movimientos de tus manos intentando asirse de mi abrigo. Juntos, expresábamos el inicio y el final de un ciclo, de una vida. Por fin asiéndose al abrigo, tus manos fueron cerrándose en el frió de la inmovilidad eterna. Tu centella se opacaba y resurgía en mis pupilas inmortales. Te fijaste en ellas al último y viste como destellaron por un segundo antes de que los lentes oscuros resbalaran por mi frente y las cubrieran. Al fin dejaste de moverte. Separé mi cara de tu cuello y enderecé tu cabeza. Un hilillo de saliva corría por tu barbilla doble y castaña para desembocar en tu playera de poliéster sucia.
Tomé por ultimo tu cuerpo liviano y breve entre mis brazos y lo acomodé en el pórtico donde te encontré. Lo cubrí y envolví con tu manta como un último gesto de alguna sensación humana que olvidé hace mucho tiempo, pero sabía que era correcto hacerlo. Bajé tus párpados, los besé y me di la vuelta.
Salí de una postal urbana en una galería de arte en blanco y negro al salir del callejón, o al menos así me pareció. Dejé atrás una estatuilla solitaria, una estatuilla fría y muerta, verdaderamente inmóvil, y al recordarlo, sonreí.
Aquella tarde, mis botas resonaron por esa pequeña calle, pero tus oídos ya no me escucharon.

**Nu3sTrA CaNc!óN**

Nuestra canción. Una trepidante melodía de angustia sofocante e inquieta; repleta de adornos exagerados y mal ubicados. Vacía y frívola, como tu sonrisa en el salón en que bailamos la ultima noche. Nuestra canción. La misma tonada que nos carcome y nos lastima noche a noche, siendo cada una la ultima y sin ser ninguna la primera; teniendo envidia de la breve niebla y atraídos por la persistente luna.

Siempre esclavos de la fantasía, nos sumergimos en un juego sin victoria ni final, de miradas tras anónimas columnas y frente a ilustres amenazas. Nuestra canción. La que se canta con silencios y se baila sin quererlo. La que se cuelga del candelabro y nos persigue aterradora, con cabeza de vaca y cuerpo de gladíolo sanguinaria, dispuesta a tomarnos para ahorcarnos con la telaraña espesa y sórdida de mi mentira personal. La misma que me jala hacia abajo, hacia tus pies de helio que se elevan y me dejan ciego y terco de quererte sin deber hacerlo.

Nuestra canción. Con ella salimos del salón y sin pensar la repetimos mientras me quitas esta camisa, botón por botón, nota a nota. Tus ojos se posan sobre mi mano revoltosa que desde tu hombro baja hasta tu ártico pecho y ahí descansa. Tus brazos me obligan a agitar mi respiración y tus dedos me sujetan con brumosa fuerza en mi lugar, junto a nuestra canción. ¿Por qué sigo contigo? Por nuestra canción. Tal vez por nuestra canción, por sentirte cerca, por la protección, por perderme en tu beso falso y estridente, por el sentido de igualdad, por simple rebeldía, por tu caricia etérea y enmascarada de ternura para crear una perfecta argucia que me deja sin argumento ni motivo para volver atrás, para mirar siquiera.

Y aún hoy sigue ahí mi camisa, colgada en el picaporte dorado como tus suaves stilettos, en la puerta de madera tostada como tus ojos secos y rayados de experiencia. La camisa blanca a rayas que me arrancaste esa noche occisa, la misma que alguien más me quitó del cuerpo boca abajo. ¿Quién fue? ¿Acaso fue una joven doncella insegura a quien llamé por tu nombre lejano y le canté nuestra canción? ¿O tal vez fue algún otro efebo confuso, como tú a quien engatusé con suave voz y etílicos ojos? No lo se...

Nuestra canción. Contaminada y celosa como tus manos, como mi misma conciencia. La que culpable y egoístamente arrepentida nos arrastra por el bosque de los amantes olvidados, donde regresan uno a uno y nos recriminan los ocasos de sus ojos y los funerales de su tiempo. Donde nos brean a preguntas y nos atormentan con memorias ya enterradas, para finalmente dejarnos totalmente in albis, para engañarnos y llevarnos con ellos por el solsticio de la juventud abandonada. Para bailar juntos, una vez más, aquella nuestra canción que efervesce con los quejidos de tu boca arcana y los murmullos de tus pies rasos, y se queda henchida por el orgullo de nuestra hecatombe y por la sangre del lago al que nos orilla lentamente a empellones. Un lago púrpura que gota a gota entona nuestra canción y la hace reverberar en nuestras manos entrelazadas, la hace frotar y trascender los sueños de nuestras torcidas mentes. Un lago que refleja las nubes llenas de este cielo malva que nos cubre en el desenlace de nuestra canción.

Una danza tribal para calmarte y nuestra canción como fondo. Una culpa imperdonable que se pierde en el nublado vidrio de tu cuerpo, en la frondosa zarza de tus cabellos enmohecidos, en el murano frío de tu aliento al maldecirme con el correr de los siglos. La melodía que creí saber y que hoy desconozco casi tanto como tú a mí, es nuestra canción que me ha dejado después de las invisibles estaciones a mi lado, a nuestro lado.

Nuestra canción me mece y me arrulla sobre las copas de los encinos, raspándome la espalda, flagelándome con sus hojas secas y endurecidas como tus pestañas en mis labios. Nuestra canción me mece sobre un sepulcro antiguo y olvidado, ataviado con tu nombre lejano que canta, una vez más, nuestra canción.

viernes, 29 de junio de 2007

DeSeNlaCe...

No sabía qué lo confundía más. Su madre llorosa o las notas. No creía que fuera de él, no entendía cómo lo podría localizar con tanta precisión, sin embargo, no se le ocurría ninguna otra explicación. R.P.... un nombre que simplemente trataba de olvidar y que casi lo había logrado, hoy lo perseguía como una memoria, como un recuerdo detestado que toma forma y se vuelve no solo un recuerdo, sino una reminiscencia corpórea de lo que fue y una profecía de lo que sería.. ¿Qué es lo que querría decirle en caso de que se encontraran?¿Qué podría él tener que decirle a Ichabod cuando toda ya había sido dicho? Y en el caso de lo que no hubiera sido dicho, se había perdido hace mucho, simples detalles que no valía la pena revisar. Ya no había nada.
Al día siguiente, al despertar, llamó de nuevo a su madre para ver si se encontraba en condiciones de responderle. Le contestó tranquila y hasta un poco alegre por la llamada. Le dijo que ella había recibido una carta de él preguntándole dónde estaba Ichabod, ella le llamó y le dijo que no tenía para qué saberlo. Ichabod se sorprendió ante este hecho, ya que no sabía que él y su madre tuvieran comunicación alguna. El le había dicho que tenía derecho a saber qué era de él y que tenía ganas de verlo. Aceptando su derrota, su madre cedió y le dio los datos del hotel donde estaría Ichabod y las fechas. Así era cómo lo había logrado. Ichabod no sabía cómo reaccionar ante esto, ciertamente no era lo que esperaba, no sabía si enojarse con su madre por haberle dado la información o si agradecérselo. Decidió esperar, ver cómo se desenvolvía todo y dejarlo correr. Si de esto resultaba algo bueno o algo malo no dependería de él, se hizo el propósito de abrirse a lo que él tuviera que decirle y a darle un breve vistazo a lo que era su vida ahora. No podía evitar sentir cierta aversión hacia él, pero finalmente, todos merecen una segunda oportunidad.
Después de arreglarse, salió del hotel pensando en que antes de hacer cualquier otra cosa debería tomar un desayuno. Comió en un tranquilo café, en donde tuvo aun más tiempo para pensar en lo que podría pasar.
Asistió en la noche al desfile de Kenzo en un edificio nuevo, de arquitectura futurista y con un cierto aire árabe. La colección no fue la mejor, Kenzo había estado presentando cosas realmente muy buenas y éste era una desviación severa. Consiguió acordar una cita con un editor de Vogue para discutir algunas opiniones en común y al salir sintió que al menos había valido la pena por eso. Al llegar al hotel, se dirigió a la recepción para preguntar si tenía correspondencia. Le entregaron un paquete considerablemente más pequeño que el pasado y se dirigió a su habitación. Abrió el paquete sobre su cama, una carta de Bloom diciéndole que llegaría a Lyon unos días más tarde junto con ViHu por que la venta del departamento se había complicado; una nota del gerente del hotel, la edición vespertina del periódico y una nueva nota de R.P.
Demain, lobby, 9,00 heures.
Ichabod sintió las palpitaciones de su corazón en su garganta, le sudaban las manos y sentía la boca seca. No sabía si asistir o no. Se tumbó aun vestido en la cama y entre pensamientos y probables frases para decir, se quedó dormido.


El lobby se le antojó más grande que de costumbre y definitivamente mucho más lleno. ¿Cómo lo iba a reconocer? Tenía años sin verlo.Recordaba su voz a la perfección, recordaba sus facciones adustas y frías, recordaba su risa burlona, sus gestos, sus ojos entrecerrados, viéndolo con decepción. Recordaba su cara, pero debió de haber cambiado, los años no pasan sin dejar rastro, en especial en una persona con carácter como el suyo.

Mientras recorría el amplio recibidor del hotel, alguien tocó levemente, casi con precaución, su espalda. Ichabod volteó y vio a un hombre con un sombrero ladeado. Su voz ronca le dijo: Bonjour, Ichabod. Se quitó el sombrero y las palabras se le congelaron en la boca. El hombre que se encontraba frente a él era Raymond Perry.

jueves, 28 de junio de 2007

DeSaRroLLo

Leyó la nota una y otra vez sin encontrarle pies ni cabeza. Trató de recordar de quién era esa letra y se le ocurrió preguntar en el front desk quién la había dejado para él. La respuesta que recibió le dejó, si no igual, peor de lo que estaba. Le había dicho una agradable y antinaturalmente sonriente que se la había dejado un señor de cabello cano y camisa café. Le dijo también que el hombre le había dicho que dejaría una más durante la noche.
Decidido a pasar la noche en el lobby con el propósito de ver al hombre que le había dejado tan misteriosa nota. Lo más extraño era que fuese de otro hombre. La nota decía: te verrai bientôt, je t´aime. Por un momento llegó a pensar que sería de parte de Bàrtok, pero recordó lo que le dijo la mujer acerca de un hombre con cabello cano. Definitivamente su Bàrtok no tenía el cabello cano.
Llamó a su asistente para reprogramar la cena para el día siguiente y para verificar su itinerario. Si no llegaba el famoso hombre, habría perdido una reservación en Le Fermette Marbeuf en vano si no lo hacía. Se acercó de nuevo al front desk y pidió que le avisaran a su suite en cuanto llegara el hombre y que lo retuvieran ahí hasta que él bajara y lo viera. Muy amablemente, como siempre, la señorita le contestó que lo harían con mucho gusto.
Ya más tranquilo, Ichabod se dirigió a su habitación y en seguida tomó el teléfono para pedir un masaje de pies. Después de indicar el nombre de la suite y su nombre, colgó y salió a su balcón para observar la ciudad que desde hacía un año no visitaba, ya que sus últimas visitas a Francia habían sido a Lyon para visitar a Bàrtok y dos veces más a Sain-Tropez, una en secreto con Bloom y ViHu y otra con ellos, Bàrtok y los padres de éste. París había estado olvidada, pero ese día, Ichabod recordó la razón por la que ésta era una de las semanas más importantes del año para el mundo de la moda.
El esplendor de sus calles, la elegancia de la gente caminando por la Place de la Concorde, el Sena, las edificaciones imponentes ante la insignificancia de las personas, la comida, la música viva a cada esquina, pero sobre todo, los recuerdos. Todas ellas razones para hacerlo pensar en retrasarse unos días para estar ahí, para vivir París como turista y no como reportero, para tener el tiempo de sentarse en el cementerio de Montparnasse sin que el celular interrumpa alguna casual conversación con un muerto ilustre para decirle que ya va tarde para la entrevista con tal o con cual, sin temor a ensuciarse al sentarse sobre una tumba húmeda simplemente por que después tiene una comida con alguien más.
Llegó finalmente el masajista y recibió su masaje, relajándose después del ajetreo del viaje y antes del agitado trajín que exige una semana como tal. Sin noticias aun del hombre de la nota, se marchó el masajista y justo después, Ichabod prendió la T.V. y al poco tiempo se quedó dormido.
Al despertar, la mañana siguiente, por un momento no supo por qué se sentía tan agitado, como con prisa. Al ver la nota en la mesilla junto a su cama, lo recordó todo y más dormido que despierto, se encaminó al front desk. Tratando de verse lo más normal y tranquilo que pudo le preguntó la señorita en el tono más amable que logró forzar, si alguien había dejado algo durante la noche. Le entregó una nota más. Casi rabioso le preguntó por qué razón, si lo había pedido, no le habían informado que habían ido a dejar una nota para él. La joven, ruborizándose le contestó que al pedirle que esperara a que bajara, había escrito algo más en la nota y le había dicho que seguramente estaba dormido y que sería descortés despertarle, que el último comentario aclararía todo.
Habiendo escuchado eso y repentinamente dándose cuenta del aspecto que debía tener con las ropas arrugadas por haber dormido sobre ellas y con el cabello casi tan revuelto como sus pensamientos, corrió hacia su habitación. Abrió apresuradamente la nota casi rompiéndola con sus dedos temblorosos. Con la misma caligrafía que la anterior, esta decía:
Ichabod,
Nous nous trouverons bientôt, promis; non aujourd'hui, non ainsi.
Atente un peu plus.
On temps voulu!
R.P.
Je te verrai à Lyon.
R.P. ... Las iniciales le hicieron comprender de inmediato quien era. ¿Cómo sabría que estaba ahí, desde un día antes? Empezó a dudar de que fuera una mala broma de alguien que quisiera distraerlo, pero si así fuera, ¿Cómo sabría que después iría a Lyon?¿Dónde averiguó las iniciales?
Con la situación se le había olvidado el tiempo. Tenía sólo una hora y media para arreglarse y llegar a tiempo al desfile de Viktor and Rolf, el cual sería en el Musée de Louvre.
Asistió al desfile y fue simplemente magnífico, realmente muy bueno, pero con todo lo que había pasado, puso poca atención, y al terminar se dirigió de regreso al Hotel de Carrion, se encaminó a su cuarto y llamó a su madre para preguntarle si sabía algo.
Después de algunos intentos, decidió llamarla otra vez más tarde y asistir a la comida previamente acordada con una de las modelos que participarían en el shooting que harían dos días después para InFashion.
Cuando logró comunicarse con su madre, ella se oía llorosa. Se negó a hablar diciendo que en verdad se sentía muy mal y que le llamaba luego.
Ichabod se encontraba más confundido de lo que había estado en mucho tiempo.

pLaNtEaMiEnTo

Salió del aeropuerto y se sintió aliviado al ver que el chauffer que le habían asignado ya estaba ahí. Era un hombre delgado y alto, pálido, decrépito, acabado a pesar de que se veía que no era de edad avanzada. Toda clase de suposiciones sobre el porqué del actual estado de su conductor se le ocurrieron a Ichabod Perry en ese momento. En realidad era más como una amontonamiento de ideas sobrepuestas que no llegaban a ningún lado y cada una, mientras se posaba sobre la anterior iba siendo más y más estúpida. Le causó dolor de cabeza y estuvo seguro de que era consecuencia del vino que había bebido durante el vuelo. Nunca había sido bueno con el alcohol y sus hermanos tenían la costumbre de decir en las fiestas que de tan solo destapar la botella ya estaba ebrio. En eso pensaba cuando se dio cuenta de que el señor ya llevaba más tiempo del que se tarda uno normalmente en subir las maletas a un auto. Asomó su cabeza por la ventanilla y no logró verlo, lo cual le hizo pensar una vez más en toda una serie de suposiciones absurdas, y le provocó un dolor más agudo en la cabeza. Finalmente el señor subió al auto.
Bonjour monsieur, je m´appelle Rèno.
Bonjour Rèno, merci.
Obviamente ya sabía hacia donde se dirigían, ya que había sido contratado específicamente para eso. Lo llevó sin más distracciones al hotel y se encargó de registrarlo. Llevó su equipaje, incluso después de haberle dicho que para eso había personal en el hotel y le dejó diciéndole que su correspondencia sería entregada de inmediato por una persona de la recepción y que también subiría alguien para desempacar sus pertenencias.
Al irse, Ichabod se recostó y casi inmediatamente llamaron a la puerta. Se levantó pesadamente y abrió. Un señor mayor, casi calvo le sonrió desde el umbral y le entregó un paquete, su correspondencia y le dijo que alguien había dejado un mensaje para él en recepción.
Ansioso, abrió el paquete y tal como lo esperaba, había una carta de bienvenida al hotel, una hoja con las extensiones para proporcionarle algún servicio y al fin, sus invitaciones a los desfiles del Fashion Week París. En medio de la emoción y la ansiedad que le provocaba saber que esta era la última vez que hacía un reportaje para la revista, se olvidó del mensaje que le habían dejado en recepción. Llegó la mucama encargada de su suite y la dejó para que hiciera su trabajo después de vestirse para salir a cenar y a dar tal vez un paseo por los alrededores.
Al pasar por el front desk mientras iba de salida, recordó lo del mensaje. Se acercó y le entregaron una nota escrita con una caligrafía que le pareció vagamente familiar, como cuando uno se acostumbra a algo, lo deja de ver por un tiempo y al retomarlo le parece algo lejano.

miércoles, 27 de junio de 2007

eNtReViSta...2a PaRtE

¿Cuál ha sido el momento en que más has sentido miedo?
En un viaje que hicimos Bloom y yo a otro estado que no conocíamos, ibamos en el coche y nos detuvo un policia. Nos intimidó y amenazó diciéndonos que de él deéndía que saliéramos de ahí. ¿Crees en Dios?
No, nunca me lo inculcaron y aun habiendo sido así, he sabido de las atrocidades que ha cometido la Iglesia en nombre de Dios y me parece incoherente.
¿Cuál es el mayor problema de tu país/mundo/familia...?
La falta de comunicación y de interés en los demás. Si hay alguien en algún problema y está en las manos de otros ayudarle, pocas veces lo hacen. El concepto de "es su problema no el mio" está muy arraigado.
Describe un momento de plena felicidad.
Durante el Fashion Week Cibeles, me mencionaron como uno de los mejores nuevos diseñadores y eso fue muy satisfactorio para mí. Al mismo tiempo el poder compartirlo con mis seres queridos y saber que ellos también estaban felices por mí, fue increible.
¿Qué soñaste anoche?
Soñé con un gato maullando en la lluvia. Yo era el gato y no podía bajar de la cerca en la que estaba. Fue muy extraño y frustrante.

eNtReViSta...

¿Cuál ha sido el mejor momento de tu vida?
Cuando se presentó mi primera colección en público, ya que nunca había presentado a gente fuera de la escuela y fue un paso que ayudó mucho a que llegara a donde estoy hoy.
¿Cuál ha sido el peor?
En una ocasión iba a presentarme en un concurso -CREAMODA- y no logré terminar los vestidos para presentar. Me confié al tiempo que tenía y no terminé.
¿Te encuentras satisfecho con tu vida?
En general sí, he logrado mas de lo que todos pensaban que lograría y me encuentro justo donde quería estar al inicio d emi carrera. En el aspecto de las relaciones, llevo una relación excelente con mi madre y he sabido mantener cerca a las personas que me han ayudado y deshechar a las que me pudieron haber impedido llegar a donde estoy hoy. Por otro lado, lamento haber perdido el contacto con mi padre desde hace años y me gustaría compartir esta etapa de mi vida con él también. Mi relación con Bàrtok está muy bien, estable, feliz y en proceso de pasar al siguiente nivel.
¿Por qué o por que´no?
Sí por que he salido adelante en casi todos mis proyectos y objetivos y emocionalmente soy muy feliz. Me duele lo de mi padre, pero no me ha impedido nada . Laboralmente me he vuelto más frío y más ajeno a los problemas de los demás y eso tampoco me tiene muy contento.
¿Quién es la persona en la que más confías y por que´?

Mi madre. Ella siempre ha estado conmigo, me ha apoydao y me ha incluso orientado. Incluso cuando hago cosas que no le parecen, sé que no me va a dar la espalda nunca y por ello me siento con toda la confianza de hablar con ella.



martes, 26 de junio de 2007

!cHaBod

Ichabod Perry nació en Calgary, Alberta (Canadá) en el año de 1985. Fue el primero de tres hermanos nacidos en el seno de una familia acomodada. Siempre fue muy consentido y preferido por su madre y su familia materna, mientras que su padre y su familia paterna lo despreciaban por su falta de rasgos típicos de la familia. Vivió en Canadá hasta los 6 años, cuando su padre fue transferido a la ciudad de México. Aprendió en muy poco tiempo a hablar perfectamente el Español y pronto se encontraba integrado en la escuela. Desde sus inicios mostró una gran sensibilidad y una sobresaliente habilidad para el dibujo, la combinación de colores, la lectura y la escritura. Más tarde descubrirían que también era hábil para la confección de prendas. Siendo un muchacho sensible, extremadamente pálido, delgado, débil
-sus hermanos le llaman frère fragile- pacifico y soñador, fue objeto de muchas de las más crueles burlas de sus compañeros más grandes y agresivos. Así transcurrió su infancia y al llegar a la secundaria, su única misión en la vida era ser invisible. Esto cambió cuando conoció a sus dos mejores amigos: Bloom (contracción de su apellido)- una niña sobre protegida y un espíritu libre en cuestión de relaciones humanas, acostumbrada a estar siempre en un círculo cerrado de confianza y seguridad- y ViHu (corto de Víctor Hugo)-un muchacho grande abandonado emocionalmente y siempre sobrepasado por su hermana mayor-. Juntos pasan las más divertidas experiencias, las más bochornosas, las más arriesgadas y las más excentricas. Hoy en día, a sus 22 años, después del divorcio de sus padres (y no tener contacto alguno con su padre), vive con sus dos amigos inseparables en un lujoso apartamento cerca de donde vive su madre. Es recién egresado de la Licenciatura en Creación,Diseño y Publicidad en Moda del Instituto de Estudios Superiores de Moda Casa de Francia, trabaja como columnista en la revista InFashion y en la revista Quo. Mantiene una relación a distancia con Bàrtok le Divënah, quien vive en Lyon, Francia y quien lo visita una vez cada dos meses. Ichabod planea estudiar un Master en Moda en la Universidad Lumière en Lyon y formalizar su relación con Bàrtok. Una vez ahí, descubrirá que la vida le tiene más de una sorpresa reservada, tendrá un reencuentro inesperado con su padre y se verá obligado a decirle la verdad por la que se separó definitivamente de él.

lunes, 25 de junio de 2007

En el aNdén...

La tomó por el brazo y la haló hacia sí mismo al tiempo en que el tren pasó a toda velocidad frente a ella. Dándose cuenta de lo que pudo haber pasado de no haberlo hecho, no pudo evitar sentirse más ligero. La chica lo miró con los ojos vidriosos y el esbozó una sonrisa que bien pudo haber querido decir "menos mal que estás bien" y trató de abrazarla. La chica hizo como si lo fuera abrazar y escuchó cómo se acercaba el siguiente tren. Estaban ahí abrazados y el piso ya vibraba por la cercanía del tren.
El se separó de ella y un momento antes de que el tren pasara, ella, la chica inocente y de mirada triste, lo tiró. Lo empujó hacia el andén y observó, ya sin esa mirada triste y vidriosa, cómo el tren pasó sobre aquel que intentó salvarla.

StarRing...staRt,staRting,starteRs

starring: today we are just sayin hello...